Algo más que un ladrillo contra la pared



Por Sebastián Avella. Las declaraciones de Roger Waters (ex líder de Pink Floyd) en Chile afirmando que las Malvinas son Argentinas generaron un revuelo en la prensa mundial. Una opinión y repaso por el significado político y cultural de la obra de Waters.
Brezhenev tomó Afganistán
Begin tomó Beirut
Galtieri tomó la bandera del Reino Unido  
Y Maggie un día, después del almuerzo
agarró un crucero con todos sus hombres
evidentemente para hacérsela devolver (Pink Floyd- The Final Cut, 1983)

Los medios se hicieron eco enseguida. Roger Waters, quién fuera el líder de una de las mejores bandas de la historia de la música, afirmó ante periodistas en Chile que “las Malvinas son argentinas”. Enseguida se generó la polémica. El diario sensacionalista inglés The Sun levantó la noticia, que fue la segunda más leída en Inglaterra. Los canales de televisión nacional pasaron una y otra vez las declaraciones de Waters. Los “intelectuales” cipayescos, que firmaron una declaración donde sin ningún tapujo plantean que hay que tener en cuenta la “autodeterminación” de los kelpers, no salen de su asombro. Tanta tinta derramada para que venga este tipo desde Inglaterra y diga eso, justito eso: “las Malvinas son Argentinas”. Cuatro palabras directas, al grano, como quién no quiere dejar dudas de una posición. Y más: “la guerra salvó la carrera política de Thatcher pero mató a muchos británicos y argentinos”. Muchos habrán pensado: claro, lo que pasa es que el tipo va a llenar nueve veces River (algo así como 400 mil personas) y a una semana de su llegada a la Argentina “¡qué va a decir!” Para muchos la postura de Waters es demagógica y oportunista. A otros no nos sorprendió. Veamos qué hay atrás del muro.
“Quita tus asquerosas manos de mi desierto”

Corría 1983. En nuestro país la dictadura genocida estaba casi llegando a su fin. Había pasado poco más de un año de aquel 2 de abril de 1982, fecha en la cual unos cuantos valientes pibes habían ido a pelear a Malvinas, a cagarse de frío ante uno de los ejércitos más poderosos del mundo. En ese entonces los milicos prohibían la música cantada en inglés y permitían que se vuelva a escuchar a Gieco y a la Negra Sosa. Los Beatles, los Stones, Floyd, Jimi Hendrix y Bob Dylan eran los culpables de la ocupación de las islas.
Después del estreno de “The Wall” la película, Pink Floyd edita su 12° álbum “The final Cut” (El corte final) donde una voz llorona y lastimosa canta: “A salvo bajo la mirada permanente de un frío ojo de cristal, con sus juguetes favoritos, serán buenas chicas y buenos chicos, en el hogar conmemorativo Fletcher, para explotadores y colonialistas de almas y vidas”. The final Cut es un disco anti belicista y con duras críticas al gobierno conservador de Margaret Thatcher, “la dama de hierro” que gobernaba Gran Bretaña por aquellos años. Fue también la última pincelada de Waters al frente de los Floyd.
Roger había nacido en el seno de una familia de izquierda. Su padre Eric Fletcher Waters (a quién dedica “The Final Cut”) era militante del partido comunista inglés y en 1944 se enrola en el ejército para ir a combatir contra los nazis. Muere en un desembarco en la playa de Anzio (Italia). En su casa se reúnen activistas a discutir de política con su madre, también militante de la izquierda inglesa. En ese ambiente crece, hasta que llegan los 60 y colabora en la organización de comités contra la guerra de Vietnam. Era en ese entonces un adolescente a punto de formar una banda de rock que cambiaría, junto a los Beatles y tantos otros, la historia de la música.
A través de los discos de Floyd, va a manifestar su preocupación por los temas mundanos más dispares: la alienación, el paso del tiempo, el dinero, la muerte, el racismo, la crítica a una sociedad que la divide en perros, ovejas y cerdos en el homenaje hecho disco (Animals, 1977) al periodista George Orwell. Si a fines de los 60 el rock se va al espacio de la mano de King Crimson entre otros, durante los 70 vuelve del lado oscuro de la luna a la tierra. Ese retorno musical y lírico de los viajes espaciales y lisérgicos a la vida terrenal, tiene una nave de fibra (Pink Floyd) y un capitán que no es Beto, sino Roger. Música y lírica se fusionan en los discos conceptuales más bellos que ha dado la música del pasado siglo. Son los tiempos en que por estos lados suenan Pescado Rabioso, Invisible, Pappos Blues, La pesada del Rock and Roll, Manal, y más tarde La Máquina de Hacer Pájaros y Seru Giran, verdaderas joyas de la música que no se conforman con ser una simple “copia de”, sino que fusionan el paisaje suburbano y cotidiano con las melodías que llegan del otro lado del océano.
“¿Te gustaría ver a Britania gobernando otra vez, amigo mío? Todo lo que tienes que hacer es seguir a los gusanos.”
La avanzada conservadora en Inglaterra en la segunda mitad de los años 70 por parte de Margaret Thatcher va a ser ridiculizada y criticada por el Punk y los Sex Pistols (que usan remeras con la leyenda “Odio a Pink Floyd”). Y también, con un Pink Floyd ya en crisis, es nuevamente Waters quien sale a responder desde lo musical con The Wall, obra que encaja y describe el paisaje gris y de hierro de los conservadores del norte, así como también con los años de plomo de las dictaduras argentina y chilena. Perros y policías persiguiendo gente, bandas filo nazis violando y matando. La pared. El encierro y la claustrofobia. Hay que dominar al individuo y someterlo. No dejar que se junten. Si lo hacen, hay que martillarles la cabeza a pedazos. Y las instituciones como la escuela están para bajar línea y adoctrinar a los jóvenes para que acepten las reglas del sistema y la autoridad. Goodbye Blue Sky. Detrás de la parábola de The Wall, Waters intenta hacer volar a los infelices que viven atados a un día a día gris y cotidiano, construido, ladrillo por ladrillo, por ellos mismos guiados por los represores del ser humano. 
Treinta años después de la guerra de Malvinas, los conservadores vuelven a gobernar en Inglaterra. En Europa crecen los movimientos contra las consecuencias de la crisis capitalista. Son los estudiantes, los trabajadores e inmigrantes. La gente común sale a las calles. Mientras, la aventura colonialista histórica se reaviva por estas tierras. No es solo el petróleo de las islas lo que quieren. También explotan minas a cielo abierto como parte de minera la Alumbrera, en sociedad con grupos empresariales canadienses, con la complicidad del gobierno provincial y nacional.
Mientras tanto viene Waters, con apellido inglés, otra vez. El mismo que defiende al pueblo palestino contra la ocupación sionista y pide que tiren abajo el muro criminal contra la Franja de Gaza. El mismo que cinco años atrás pregunto ¿Dónde está Julio López? El mismo que defiende a los estudiantes en Chile y afirma que las Malvinas son argentinas. Qué ironía la historia.

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