Por Silvana Martínez, magíster en Trabajo Social, docente-investigadora de la UNaM
El 23 de septiembre es una fecha muy significativa para las que peleamos por un mundo más justo e inclusivo para las mujeres. Para quienes estamos en el campo de la política y no nos resignamos a un segundo lugar en la historia y para quienes de manera permanente, homenajeamos a las mujeres que literalmente dieron su vida para revertir esta subordinación.
El 23 de septiembre es una fecha muy significativa para las que peleamos por un mundo más justo e inclusivo para las mujeres. Para quienes estamos en el campo de la política y no nos resignamos a un segundo lugar en la historia y para quienes de manera permanente, homenajeamos a las mujeres que literalmente dieron su vida para revertir esta subordinación.
Hoy nuestro país cuenta con una mujer en la Presidencia de la Nación,
elegida por primera vez en la historia, por el voto popular. A simple
vista se podría decir que las mujeres alcanzamos la igualdad de
oportunidades en el campo de la política; sin embargo, las
investigaciones, estadísticas y las experiencias vividas, dan cuenta que
esto no es así, y que si bien se avanzó mucho en este aspecto, todavía
queda bastante por hacer, barreras por derribar y batallas por ganar.
El
incremento de la participación de las mujeres en la política, no es
sinónimo de igualdad de oportunidades, ni que estén en los espacios de
poder y en la toma de decisiones. Por supuesto que esta situación no es
casual y deviene de todo un proceso de dominación que encuentra sus
orígenes en un orden social y cultural basado en el patriarcado.
En 1947 con la sanción de la ley 13.010, se aprueba el voto femenino en
Argentina y las mujeres votan masivamente por primera vez en 1951. No
obstante, ante la escasa representación de las mujeres en las listas de
candidatos, se originan nuevas protestas y en 1991 se sanciona, en
nuestro país, la ley que establece un mínimo del 30%. Estudios recientes
dan cuenta sin embargo que la mayor representación de las mujeres no
implicó cambios sustanciales en las estructuras de poder de la política.
Pasaron más de 64 años desde que fuera reconocida la igualdad cívica de
las mujeres, sin embargo, su presencia en las instancias de decisión
política, es todavía mucho menos que la de los varones.
Son los partidos políticos y su enquistado manejo patriarcal, el primer
lugar a modificar, si queremos realmente dar un salto cualitativo en la
historia. Son los dirigentes de los partidos los que construyen lo que
Lili Segerman-Peck llamó el “techo de cristal”, entendido como “barreras
invisibles que obstaculizan que muchas mujeres, con elevada
cualificación y capacidad personal y profesional, el acceso a los
niveles de dirección y responsabilidad más elevados y promocionar en
ellos en las mismas condiciones que los hombres”.
Así tendremos que dar la pelea no sólo afuera, en el espacio público,
sino también en el privado, democratizando las relaciones familiares y
distribuyendo equitativamente las tareas domésticas y el cuidado de los
niños. Ya que, cómo dijo una dirigente política nacional, “las mujeres
irrumpieron en el mundo público, pero siguen haciéndose cargo de lo
doméstico, mientras que los varones no irrumpieron en el escenario
privado de la misma medida”. Dependerá de todas y todos los que tenemos
una clara conciencia de género que las luchas que dieron esas mujeres en
la historia, no haya sido en vano.
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