Debilidad en una parte del cuerpo, confusión,
problemas para hablar, un dolor que "parte" la cabeza... Cualquiera de
estas señales y otras, como vértigo, pérdida del equilibrio o falta de
coordinación, puede indicar el comienzo de un cuadro que en el país se
presenta una vez cada cuatro minutos: el accidente cerebrovascular
(ACV), segunda causa de muerte y primera de discapacidad.
Se sabe que el ACV es ya una epidemia cuyas proporciones
no sólo se miden en el drástico impacto que puede tener sobre la vida y
el bienestar de los pacientes y de sus familiares, sino también por la
carga que implica para los sistemas sanitarios.
Un trabajo firmado por dos investigadores argentinos que hoy publica en forma destacada la revista Stroke
exhibe otra cara de este escenario epidemiológico: por primera vez
demuestra, estadísticamente, que los países más pobres y los que menos
proporción de su PBI invierten en salud son los que tienen una mayor
incidencia y mortalidad por accidente cerebrovascular, mayor proporción
de eventos hemorrágicos (causados por la ruptura de una arteria
cerebral), y también aquellos en los que el ACV se presenta a edades más
tempranas.
"Diversas investigaciones anteriores se habían centrado
en la relación entre el riesgo de ACV y la situación financiera
individual o familiar -explica el doctor Luciano Sposato, uno de los
autores de este estudio y también director del Departamento de
Neurología de Adultos del Instituto de Neurología Cognitiva y del Centro
de Stroke del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-.
Lo que nosotros hicimos fue «cruzar» los datos ajustados del PBI con los de 48 estudios poblacionales realizados entre 1998 y 2008 en 22 países de los cinco continentes. Lo que vimos fue que muchos de los ACV que ocurren en una población determinada se explican por el estatus socioeconómico del país.
No sólo eso, sino también la mortalidad, la proporción de hemorragias y la edad a la que los pacientes los padecen. En los países más pobres se presentan más temprano que en los de mayor PBI."
Lo que nosotros hicimos fue «cruzar» los datos ajustados del PBI con los de 48 estudios poblacionales realizados entre 1998 y 2008 en 22 países de los cinco continentes. Lo que vimos fue que muchos de los ACV que ocurren en una población determinada se explican por el estatus socioeconómico del país.
No sólo eso, sino también la mortalidad, la proporción de hemorragias y la edad a la que los pacientes los padecen. En los países más pobres se presentan más temprano que en los de mayor PBI."
Esta singular ecuación introduce un nuevo factor para el
diseño de políticas públicas de salud, ya que hasta ahora "el riesgo de
ACV y sus consecuencias se consideraban resultados de factores étnicos,
genéticos, ambientales, socioeconómicos y de la calidad de la atención
médica", escriben Sposato y Gustavo Saposnik, coautor del estudio y
director del Centro de Investigación en Stroke del Hospital St.
Michael's, de la Universidad de Toronto.
Para llegar a esta conclusión, los científicos tuvieron
que revisar 5000 estudios y analizar en profundidad 48 trabajos de 30
ciudades.
Se encontraron con que en los países de alto PBI el ACV
se presenta a edades más tardías y tiene menor mortalidad. Pero también
que la inversión en salud resultó ser otro factor que podía alterar este
balance: "Si un país pobre invierte una proporción mayor del PBI en
salud, tiene mejores marcadores", explica Sposato.
Para Saposnik, la explicación de este fenómeno no es tan
obvia como parece. "No pudimos determinar cómo invierte cada país su
presupuesto en salud, pero sí constatar una alta correlación del gasto
en salud con el de prevención -dice, a través de una comunicación
telefónica desde Toronto-. La alta inversión en salud está relacionada
directa o indirectamente con una mayor inversión en prevención."
En Canadá, se calcula que sólo los costos directos del
ataque cerebral rondan los 30.000 dólares por paciente. Por otro lado,
en el nivel poblacional la inversión en prevención exige unos pocos
dólares por persona.
Según este trabajo, el bajo producto bruto interno de un
país explica el 32% del riesgo de ACV, el 43% de la mortalidad a los 30
días, el 43% del exceso de hemorragias cerebrales y el 47% de la mayor
frecuencia de en jóvenes.
Por su parte, la menor inversión proporcional en salud
explica el 26% del riesgo, el 45% del exceso de mortalidad a los 30
días, el 32% del exceso de hemorragias cerebrales y el 36% de la mayor
frecuencia en jóvenes.
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